
Koldo
Behin eta betiko
Hace unos trescientos, cuatrocientos o quinientos años, solían andar en Lekeitio, como en otros muchos pueblos, en noche cerrada, algunos que se llamaban penitentes con un cilicio en la mano y desnudos de cintura arriba. La villa estaba rodeada de murallas. Cada una de ellas tenia una puerta y sobre ella la imagen de algún santo. Los penitentes se paraban frente a aquellas imágenes y se disciplinaban fuertemente.
Entonces, al igual que en nuestros días, los que mas temprano se levantaban eran los pescadores. Y a la mayoria de ellos les producia miedo el ver a algún penitente. Para saber cuando tenian que ir y cuando no aquellos hombres a la mar, solía haber un atalayero encargado de la misión de levantarse antes que ningún otro e ir él solo a examinar como estaba la mar. En presencia de aquel atalayero mencionaron una vez aquellos hombres el asunto de los penitentes y el miedo que les producia el verlos.
--Chili, ¿tú no te asustas cuando ves a alguno de éstos?
--;Yo asustarme! Con frecuencia he visto yo alguuo que otro de esos a la madrugada, ¿pero temblar? Es, señores, bien pequeño el corazón que tiembla por cositas de nada.
--Luego no vale el decir una cosa y hacer otra. Chili, si a eso de la media noche, en una noche obscura, en que no se ve ni la propia sombra, estando tu solo, si se te apareciera un penitente como un gigante, descubierto, descalzo y medio desnudo, ¿no tendrías miedo?
--Mira, aunque el mismo demonio se me apareciera, vestido de penitente, y me dijera que le siguiese, no tendría yo miedo y no echaría pie atras. ¿Que corazón es el corazón que tiembla? ¿Creeis acaso que lo tenemos colgado de alguua vena?
A la mañana siguiente, levantándose, como de costumbre, muy temprano, cuando fue Chili a la atalaya a explorar la mar y las nubes, vio una cosa, y de grandes dimensiones, que venía hacia él desde la atalaya de arriba. De puro negro producia sombra aún en la obscuridad. Cuando se le acercó:
--Buenas noches, compañero--le dijo Chili--, madrugamos mucho.
--Temprano o tarde ¿a ti que te importa?
--Este muchacho viene enfadado. Pues tampoco somos nosotros malos elementos para riñas. ¿Quien eres tu, rayo?
--¿No me ves?
--Yo no muy bien, a no ser el azote de esta tu manaza. Apostaría que estoy hablando con algun penitente loco. ¿Por donde andas tu?
--No tengo tiempo para ocuparme en habladurias; pero te diré, con la condición de que no me dirijas mas preguntas. Toda la noche estoy andando, sin saber por dónde, y sin más compañia que mi sombra. Si supiera por donde, quisiera llegar al pie del monte Oiz antes de amanecer.
--¡Antes del amanecer! ¡Hmmmm! Ni tampoco aunque fueras el demonio del infierno.
--Si tuviera un buen compañero,si.
--Por ver eso...
--Ven.
--Pero yo...
--En tal caso, eres hombre de dos palabras.
--Yo no.
--¿No prometiste tú anoche que acompañarias a cualquier penitente?
--Pero...
--Tu no tienes mas que escusas y pretextos.
--¿Y quien demontre (rayo) llamara, si se ha de ir a la mar?
--Si hiciera mal tiempo, una marejada que las lanchas no pudiesen resistir ¿me seguirias?
--Si. ¿Por que no?
Al decir esto, no vio Chili en unos momentos al compañero de enfrente. Cuando se le apareció, siguieron en esta forma la conversación:
--He aquí fuerte vendaval y olas como esa isla.
--¡Rayo rojo! Eres mejor anunciador que yo.
--¿Vienes o no vienes?
--Vrayamos
Al momento llegaron Chili y su compañero bajo el arco de San Pedro. Al ver que el compañero seguia adelante, le preguntó:
--Amigo--le dijo Chili--, estas delante de una imagen santa. Si eres penitente de buena ley...
--¿Y a ti, que?
--A mi, personalmente, nada; pero...
--¿Tienes miedo?
--Miedo ¿por que?
--¿Me seguiras?
--Adonde quieras.
De allí al segundo arco, al del centro de la villa, no tenian mucho camino y aun yendo un poco más despacio hubieran llegado pronto. Tampoco entonces vió Chili a su compañero azotar su cuerpo y, con las manos en el sobaco, le dijo estas palabras:
--Si tu no tienes valor para azotar tu corpachón, si te parece igual, te lo azotaré yo por calentar las manos.
--¿Tienes ganas de calentarte? Ya te calentarás. Preguntas que no vienen a cuento dirigen los hombres de poco fuste.
--Pues tengo duda de que seas tan buen pez.
--¿Tienes miedo?
--¿por que me dices eso?
--¿Tienes rniedo?
--No, no tengo miedo.
La tercera puerta de la villa estaba en el arrabal denominado Atea en el camino que va de la villa hacía Amoroto. Encima de aquel arco se veia la imagen de la Virgen. Tampoco allí se detuvo el companero de Chili, pasando con la cabeza gacha, como avergonzado, sin hacer nada con el azote. Chili, aun entonces le hubiera dicho algo, si el otro, mirando de soslayo con chispeantes ojos como de tigre, no le hubiera dicho: "Adelante."
Cuando dejaron atras la última casa del pueblo, Chili (probablemente por hacerle decir algo al otro), le dijo que estaba sudando y que aun andando mas despacio llegarían.
--¡Sudor! Tú, cobarde, estas sudando porque tienes miedo.
Cuando oyó que le llamó cobarde, cerró las dos manos e iba a decir y a hacer alguna burrada el forzudo atalayero; pero se imaginó ver en los dedos del compañero diez garras, torcidas como anzuelos, y quedó espantado, sin aliento y con la boca abierta.
--¿Tienes miedo, tú, cobarde y sin fuste?
--No--contestó, como bostezando; y sin darse cuenta entonces salió de su boca la primera mentira de su vida.
Más fatigado y más tarde de lo que creía Chili, llegaron al Cristo del Portal. Una vez allí, de no mostrar alguna senal de penitente, no le iba a acompañar mas adelante, aunque de labios del otro oyese palabras como friolero, cobarde, miedoso o cualquier otro insulto. Llegaron alguna vez. El compañero, por no ver la imagen del Cristo crucificado se adelantó por detras de la columna de piedra. Cuando Chili, con el deseo de decirle algo levanto la cabeza y abrió los ojos, se le figuró ver en el rostro del otro, hocico y dientes de cabra; y en la creencia que tenía un cosquilleo como el que da una cadena, al mismo tiempo que se frotaba el pescuezo con la mano, el de la cara de cabra le solto una gran carcajada.
--¿Tienes miedo? --le pregunto, pero no con palabras de hombre, sino con balidos de cabra. Chili nada le contesto.
Ambos iban cada vez mas aprisa, al parecer a porfía. Para dejar atras O]aeta, tuvieron que pasar por el puente de Lea, por la estrecha senda de Auria, a traves de Arrufain, y aunque aquellos parajes para pescar anguilas conocía tan bien como los rincones de su casa, no distinguió Chili ni casa ni río, ni puente, ni fábrica. Cuando llegaron a las inmediaciones de Oibar, se registró los pantalones, saco el rosario y empezó a rezar sus quince misterios.
--En vano--le dijo su compañero. El cual, como si se hubiera despertado de un sueño pesado, le miró con la boca abierta.
--En vano--le dijo el otro por segunda vez.
Chili, el pobrecito, estaba no pudiendo cerrar los ojos, cual, según dicen, suelen estar los pajaros delante de una culebra, ambos quietos, ambos mirándose mutuamente. Si el miedo mismo pudiera encarnarse y hacerse hombre, no estaria tan descolorido como estaba Chili. El seudo-penitente le mostraba una traza cual si cien rostros anduviesen dando vueltas en una rueda; parecía que los perros de ojos mas rojos y chatos, los chivos mas viejos y barbudos, los cerdos mas feos y sucios y otras muchas clases de animales parecidos a los citados, parecía que habian convenido en presentarse sobre sus espaldas.
Chili ¡el pobrecito! iba a caer cuando el otro, riendose a carcajadas, le dirigió por ultima vez la pregunta anterior:
--Chili, forzudo, escucha bien y responde una vez y para siempre, ¿Tienes miedo?
--Madre María (de) la Antigua, tengo miedo --dijo, y golpeando con la mano la puerta de la ermita de Oibar, cayó de bruces adentro.
Entonces el seudopenitente, con un rugido terrible que le salió de sus entrañas le dijo:
--Chili, otra vez deja en paz al demonio del infierno. Soy yo. He aqui la señal. Mío eras, mío. Da gracias a lo que tienes en la mano y al lugar en que estas.
Diciendo esto, dio un gran golpe a la puerta y allí dejó incrustadas las huellas de las cinco enormes garras de su mano.
La pequeña ermita aún hoy esta en pie y entera en Oibar, delante de Gizaburuaga, junto al rio, pero renovada.
En su puerta no aparecen, desde hace tiempo, las señales de las garras del demonio.
Elezahar eder hau aipatu zen Euskalherriko Literatura honetako lehen liburukiaren Prologoan. Ni oso gaztea izanez iritsi zaien, José Francisco Maruri-ren ezpainetatik, nire belarrietara Lekeitio berean, baina askoz be motzago.
Egurra eta madarikazioa
Antiguamente, la leña, por propio impulso, solía venir de las selvas y bosques a las casas. Una vez convinieron las ramas de un roble, diciendo,
--Vamonos al hogar de Fulano --y dando vueltas y tumbos en cuestas abajo, poco a poco y en cuestas arriba, llegaron, por fin, a la casa que querían.
Cuando la carga de leña llegó al portal y empezó a subir por la escalera, venía escalera abajo una vieja de lengua afilada. Estando frente por frente, ¿no se le ocurre a una punta de leña rasgar el vuelo de la saya de la anciana?
Como entonces nadie sabía lo que era el perdón, la brizna no se lo pidió a la vieja. Hubiera sido inutil el que se lo pidiera. ¡Era de ver la cara arrugada, colérica y de odio que puso la anciana! Sin mas, empezo a soltar maldiciones.
--¡De hoy en adelante, ojalá no pueda moverse ninguna leña!
Desde aquella fecha, quien quiera tener leña, suele tener que ir al bosque a buscarla.
Aurora María de Azkue-k Lekeitio-n Kontatuta.
San Pedroren arraina
Cuando San Pedro fue por primera vez a pescar con sus amigos cogió un pez llamado kukutxa (pez rojo y espinoso, parecido al perlón), y prometió tres chiquitos de vino a cada uno de sus amigos.
Esto mismo hacían hace mucho tiempo los pescadores de Lekeitio.
Por esto al pez kukutxa le dan por nombre o sobrenombre "Pez de San Pedro".
Lekeitio-n Jasota.
Diru eta Txori
Marcos, o Martín, o Marcelo, o a lo menos Mar y algo más era el nombre del primero. Al pasar de treinta años todos los demás, a no ser su anciana madre, le llamaban Diru (Dinero). Era hombre de semblante lindo, de cuerpo esbelto, meloso de palabra. Por el contrario, era tosco, flojo y taimado de corazón y de alma.
Mientras su madre era capaz de andar de trabajo en trabajo, a semejanza de una lanzadera de telar, nuestro muchacho vivía a gusto, comodamente.
Cuando a la madre se le acortó la vista, se le entorpecieron las piernas y se le debilitaron los brazos, comenzó el hijo a manifestar la flojedad, tosquedad, socarroneria y otros muchos defectos del alma que hasta entonces los tenia ocultos.
Aproximadamente un año soportó y sobrellevó la madre la ingratitud del hijo. Despues, la pobre se retiró al hospicio del pueblo. Allí, cualquier cosa le recordaba a su hijo, tanto el hombre flojo como el diligente, el guapo como el feo, mujer anciana como joven, bullanguera como callada. El uno le recordaba a su hijo porque no se le parecía, el otro porque tenía, bien sea la nariz, bien los andares o bien el semblante, semejantes a los suyos.
El hijo le visitó dos veces a la madre durante los cinco largos años que estuvo en el hospicio. Ni los lodazales ni los pantanos suelen vivir solos, pues se les juntan algunas hojas atraidas por el viento y las piedras arrojadas por mozalbetes. También este nuestro muchacho, después de haber pasado solo, de alguna manera, dos años, se casó, y en adelante anduvo de pueblo en pueblo, vendiendo peines, alfileres, cuchillos, tijeras y otras muchas chucherias.
En nada parecía vasco. Se hizo más pegajoso que la mosca en invierno.
En la lengua tenía mas adulación que muchos escritores en la pluma. En los pueblos de Bizkaya y Gipuzkoa le hicieron más dueño de apodos que de bienes, Kuku, Minlaban (adulador), Lamertzeres (este apodo parece que le pusieron en Ondarroa, por su esposa, porque el la llamaba La Mercedes), Peine fino y otros. A nuestro parecer, Diru era el apodo mas conocido. Digamos ahora, de que llegó a ser Diru.
Una vez, estando en un pueblo de la costa, llego un hombre que traía unos pájaros bonitos, como objetos de venta, el cual, si hubiera nacido ave, por lo menos hubiera sido milano, de ojos ribeteados, de garganta aspera, completamente deslenguado. La mayoria de los hombres del pueblo se le acercaron a este hombre a ver sus lindos pajarillos.
Los que con mas frecuencia se iban a él eran los indianos (americanos). Se habían fijado en un pájaro; pero no para llevarlo a casa, sino para saber que era. El uno decía que era sinsonte, el otro que era maracaibo. Para salir de esta duda se acercaron al de los pájaros. Juntamente con ellos fue nuestro Diru. Al preguntarsele que nombre tenía, el dueño contesto:
--Cuarenta reales--contestó el dueño.
Por segunda vez le pidieron el nombre los dos indianos; y el dueño les contestó que lo diría después de venderlo.
Entonces Diru le ofreció veinte reales por él. Hicieron el trato. El de los pájaros dijo que era Ave del Paraiso. Los indianos, tanto el uno como el otro, quedaron algo incredulos. Sin embargo, nada le contestaron.
--Buena le he metido--le decia por la noche La Mertzeres a La Mercedes--: por un duro falso tenemos un hermoso pájaro del Paraiso.
A poco de meter al ave en la jaula, se encamo él.
--Buena le meti --se decía a si mismo al día siguiente el de los pájaros.
A la mañana temprano, fue Diru a ver su avecilla y quedó admirado de lo que veían sus ojos: el pajaro sin pinta y el agua entre amarilla y azul. El ave, de Ave de Paraiso, se redujo a malviz.
Al día siguiente fue el de los pájaros, siguiendo la diaria costumbre, a beber aguardiente. Para pagarlo sacó el duro de Diru y el tendero se lo devolvió, diciendo que era falso. Cuando se vieron los dos taimados, despues de reirse con ganas, he aquí lo que resolvieron:
--Como recuerdo de este suceso, enviemos nuestras compras al lugar que les corresponde--dijo Diru--: el pájaro al monte, el dinero al agua.
--Bien dicho. Arroja tú primero el pájaro y después arrojaré yo el dinero.
--Vámonos en busca del pájaro --dijo Diru a la esposa, guiñandole el ojo, y se encaminaron hacía la posada.
A la hora, el uno soltó la malviz y el otro arrojó el dinero a la orilla del rio. Los dos tuvieron cuidado en mirar adónde cayó la moneda.
Antes de las dos horas cogió el del pájaro su malviz y se fue junto al río en busca del dinero. Para entonces, andaba ya Diru en este menester. El otro, al llegar a él,
--Amigo--le dijo--, me tenía por el más taimado del mundo, pero tú lo eres tanto como yo.
--¿Pues qué?
--¡Qué! Cuando has dicho que arrojemos el pájaro y el dinero, acepté tu parecer diciendo para mi capote: "Vienen bien", tú habras dicho otro tanto para el tuyo. Sin embargo, yo, por haber andado mas ligero, me he adueñado del pájaro y también me haré con el dinero, porque se adónde ha caido.
Cuando se supo este suceso en aquel pueblo costero, al del dinero le apodaron Diru, y al del pajaro Txori. A los quince días Txori vendió nuevamente la malviz, transformada en Ave del Paraiso, en la casa de un minero de Bilbao; y el duro le aceptaron en una posada.
Ipuin polit hau, nik konponduta, Euskalzale-n argitaratu nuen 1899an. Ez dut gogoratzen zein herritan ezta ere zeinen gaindik ikasi nuen.
Lekeitio-n izan gozen?
Guarin
Un padre caballero tenía tres hijas. Era el magnate de la Corte y con frecuencia tenía que presentarse en palacio. El rey, teniendo idea de armar nuevos caballeros, le preguntó a ese padre:
--¿Que familia tiene usted?
--Señor, tres hijas.
--¿Algun hijo?
--Uno, un gentil muchacho que se llama Güarin.
Al oir esto, la reina (de la que decían que era bruja o medio bruja) le dijo al rey al oido:
--Ese no tiene hijo.
Envió el rey al caballero a su casa en busca del hijo. Apurado iba él, cuanto mas cerca de casa, tanto mas apurado. Al llegar a casa, la primera a quien vio fue la hija mayor.
--¿Que le pasa, padre, para estar tan triste?
--¿Que que tengo? He dicho al rey que tengo hijo. El me ha replicado que se lo presente, y estoy apurado.
Cuando, al hacer la misma pregunta la segunda hija, contesto el padre lo mismo que a la mayor:
--Mejorque decir eso, ¿no hubiera sido, padre, que nos trajera un buen novio a cada una?
Al tener noticia la tercera hija de la ansiedad del padre,
--No se apure, padre--le dijo--. Yo me presentare al rey disfrazada de muchacho.
Se van ambos, padre e hija, a caballo, adelante y adelante. Cuando llegaron a palacio y se presentaron al rey, llamando este a la esposa,
--He aqui a Guarin--le dijo--, aunque tu digas que no.
--¿Ese Guarin? Esa es mujer. Envíala a aquel extenso prado.
Habia en aquel prado lino a un lado, hierba al otro. La reina bruja se decia entre si,
"Por lo mismo que es mujer, no querra pisar el lino."
Le comunicó despues esta idea al esposo.
A Guarin, o al tenido por tal, se le apareció la Madre Virgen cuando iba al prado y le dijo:
--Vete al linar.
El jinete andaba al galope en el linar.
--Mira ahí--le dijo el rey a la esposa--, anda en el linar, es muchacho.
--Que no, hombre, que no. Dile ahora que venga hacía aca y que prepare nuevamente el caballo. Tu lo veras. Por ser mujer, arreglara el caballo dentro de la cuadra. Si fuera muchacho, lo haria fuera.
Entonces llamando el rey al jinete, le dijo,
--Ve, Guarin, ve a poner al caballo nuevas correas.
Cuando iba hacía la cuadra le salió nuevamente la Virgen y le dijo al oído lo que debía hacer. Guarin entró en la cuadra en busca de las correas y con ellas preparó al caballo fuera.
--¿Lo ves?--repunto el rey a la esposa.-- Es muchacho.
--No es muchacho, sino muchacha. Para saber si es o no lo es, envíala a la fuente con el botijo. Si trae agua, es muchacho; de lo contrario, no.
Cuando iba hacía la fuente con el botijo en la mano, la Virgen le dió este consejo al supuesto muchacho,
--En el pozo que hay junto a la fuente veras una culebra con los ojos abiertos, pero dormida. Toma en la mano este mimbre. Con él atarás bien esa alimana en la parte trasera del caballo y después de llenar bien el botijo ven a palaeio.
Sucedió esto. Al venir hacia palacio, la culebra, que venía encima del caballo, soltó una carcajada, al poco tiempo otra y otra algo mas tarde. El del botijo oyó, aturdido, estas risotadas. Apareciendo nuevamente la Virgen le dijo,
--Cuando llegues a la presencia del rey pregunta tu a la culebra la causa de esas carcajadas.
Para entonces estaban en palacio, en el balcón mas espacioso, el rey, la reina y muchos cortesanos. Al llegar allí pidió Guarin al rey permiso para hablar y, obtenido, dijo a la culebra,
--Culebra-- ¿por que has hecho esas tres carcajadas?
--La primera porque he visto el tejado del palacio dc mi señora madre. La segunda, cuando he visto a mi señora madre junto al rey, su esposo, siendo dueña de todas las llaves. La tercera, porque una doncella como usted (esto decía por la Virgen Maria) me ha derrotado.
Al saber el rey a quién tenía por esposa, hizo encender un gran fuego en la misma plaza delante del palacio e hizo tostar allí a la esposa bruja. Luego, sabiendo quien era Guarin, el rey se casó con ella.
Lekeitio-ko Dolores Echebarría-ren ezpanetatik entzunda.
Zapatari izukaitza
En el pueblo N. vivia un zapatero, un zapatero que por nada del mundo temblaba.
Una vez, y proponiéndose meterle el miedo en el cuerpo, un hombre se ofreció a hacerse el muerto. Quedó este en ser amortajado con vestiduras de difunto y en meterse en un ataud, cuando sus compañeros enviaron un comisionado al zapatero. Llamó a la puerta, entró y dijo,
--Vengo a saber si querrías velar a un muerto.
--Si.
--Pero a condición de que en la velada mortuoria estes tú solo al lado del muerto.
--Tambien. ¿A dónde hay que ir?
--A la calle de Bergara (es una calle de Lekeitio), veras allí una luz en el balcón.
--¿A que hora?
--Empezando a eso de la media noche hasta la madrugada.
--Que si, ¿pero jornal?
--Lo de costumbre, y además habra algo con que puedas calentar el estómago.
Cerca de la medianoche iba ya el zapatero a la velada nocturna con sus trebejos. Cuando le dejaron solo junto al féretro, empezó él a dar golpes en su tarea.
Poco mas tarde, el que se fingió muerto se movió, por hacer temblar al zapatero.
--¡Hmmm, mira! --le refunfunó el de la lezna.
Poco después, otro movimiento mayor hizo el del feretro. El zapatero le dijo,
--¡Hmmmm! luego que no te pese, ¿eh?
De allí a un cuarto de hora, el fingido muerto levantó la cabeza. El zapatero le dió un golpe en la nuca y lo dejó muerto de veras.
A la mañana siguiente, los de casa entraron alla, y viendo que estaba muerto, verdaderamente muerto, empezaron a pedir cuentas al zapatero. Aquel les dejó, diciendo lo siguiente,
--¿Pues no dijisteis que yo había de velar a un muerto? Lo he cumplido.
Y sin mas se fue a su casa.
Lekeitio-n Ikasita ez dakit nortaz.
Antxinako ohiturak
En Lekeitio y también en Gazteiz-Vitoria, traen bueyes y vacas delante de la iglesia la mañana de Viernes Santo y las tienen allí mientras se canta la Pasión.
En Lekeitio se dice: "La que tiene lunares no es bruja".
En Lekeitio para librar a alguién del malde ojo, le solían colgar de la muñeca una garra de plata.
En Lekeitio hace tiempo llamaban a un sacerdote para curar el mal de ojo y antiguamente durante 9 días. Cuando no había sacerdote, se quitaban dos hebras de la escoba, y con ellas se hacía una cruz, metiéndola sobre la escoba, que se ponía delante de la cama del paciente.
En Lekeitio solía cogerse agua de tres pilas del templo, a las doce en punto, mientras sonaba el reloj; y con dicha agua se bendecía una lancha.
En Lekeitio, las mujeres maldicientes, para dar más fuerza a las maldiciones, solían lanzarlas mirando al monte Calvario (su nombre tradicional es Lumencha), y sobre rodillas desnudas. Esta superstición constituye el fondo de mi ópera Ontzuri.
Hace unos cincuenta años, solíamos emplear en Lekeitio, como nombre (nombre ridículo) de un cuello de camisa, duro y alto: "ojalá te ahogues, en algunas frases parecidas a esta: ¡Anda este más orgulloso con su ojalá te ahogues, más orgulloso!.
En Lekeitio saben lanzarse alguna maldición a si mismos, pero condicional. He aqui una que yo cien veces oí y quizá pronuncié: "Si miento, no debería yo moverme de donde estoy" (como quién dice, muera yo de repente).
Entre las viejas Ordenazas de Lekeitio, la que figura bajo el título 143 dice lo siguiente: "Ordenamos que cualquier o cualesquier que hecharen agua sin llamar tres veces e ba agua, que peche veinte mrs. para los jurados por cada vez".
En las viejas Ordenanzas de Lekeitio (las pusieron por escrito el año 1486), bajo el título 140, en los folios 66 y 67, se lee esto (fielmente copiado): "Cualquier o cualesquier, así barones como mugeres, vecinos e estraños, digiere e llamare a alguna mujer casada fija de puta, parida o preñada de otro home cualquier que no sea su marido, que faga tres semanas en la cadena e dende en fuera que pague cient e veinte marabedis para los jurados, e que en la primera fiesta que hobiese procesión que suba en el púlpito a la misa aquel o aquella que tal palabra digiere e que se desdiga e se desmienta, que el diablo ge lo hizo decir la cosa, que no era por su saña que hauia,e si asi no se quisiere desdecir e desmentir, que faga en la cadena fasta que se desdiga o se desmienta como dicho es."
En Lekeitio, las velas y aún las cerillas para días de truenos solían ser bendecidas.
En Lekeitio se dice: "Santa Bárbara, Santa Cruz, Señor, valednos; pan de inocentes, Señor, misericordia."
En Lekeitio, muchachos que me precedieron cuatro o cinco años, solían ir al pórtico los días de conjuro, creyendo que allí verían al aire un zapato del sacerdote. Se decía en esta villa que en cierta ocasión un sacerdote, no pudiendo de otra manera vencer al diablo, diciéndole "toma", le arrojó uno de sus zapatos.
Entre muchos hermosos manuscritos del archibo municipal de Lekeitio figura esta linda ordenanza: "Con el conjuro han de tener particular cuidado los señores del Regimiento (hoy diríamos concejales), asi en que el sacristan sea puntual con la campana, como en asistir sus mercedes todas las veces que apriete la tormenta, para que con su ejemplo acuda todo el pueblo a hacer oración; porque como dice San Pablo, "a Dios siempre se ha de temer, y en especial cuando truena" ¿Que San Pablo habra sido este? Tal vez San Pablo el ermitaño, en algun manuscrito tan solo conocido de aquellos señores del Regimiento de mi pueblo.
En Lekeitio suele haber misa cantada en la ermita de la atalaya Ermita de San Juan) el día de San Marcos, y después bendicen el mar desde el pórtico de allí mismo.
En Lekeitio hacían tres crucecitas con las goras de esa cera, y las ponían en la puerta para que los rayos no quemasen la casa.
Hasta muy recientemente, en lekeitio, en cuanto los pescadores salían en invierno a la pesca del besugo, llegaban a la cala, el atalayero encendía el fuego hacia la cumbre de un montículo y producía humo. Al verlo, una mujer pregonera a recorrer las calles para recoger dinero, cantando estas palabras: "arima pielentzat" (para las fieles ánimas).
Aittitta Makurra
Aspaldi bizi zen Lekeition arrantzale xume bat, baina ezagutzen zuten guztiek estimatzeko moduko gizon jatorra.
Arratsalde batean, Lekeitioko arrantzalerik ospetsuenetako bat, ontziko patroia eta arpoia baleen kontra jaurtitzen trebea izateagatik ezaguna, ezusteko erasoren baten ondorioz, kaian geratu nintzen konorterik gabe.
Handik igarotzen zen jendeak "txalupa-etxe" batera eraman zuen, eta etorri zen medikuari deituz, gaixoa aztertu zuen, eta zientzia jakintsuak marinelari ezagutza itzultzeko egiten zuen guztia egin zuen, baina ez zuen lortu.
Eta masaje, mugimendu gimnastiko eta abarren ondoren, bere ohiko egoerara itzuli zen. Baina laster sortu zen kondaira.
Esaten zen patroia konorterik gabe geratu zela eta medikuak ezin izan zuela normaltasunera itzularazi.
Aipatu dugun arrantzale xumea kaitik pasatzen ari zen une hartan. Ugazaba zegoen lokalera hurbildu eta zer egiten ari zen ikusi nuen. Lokaletik irtetean, ondo jantzitako gizon batekin topo egin zuen ate ondoan, eta esan zion: "Gizon honi ezin izango dio ezer egin medikuak, baina zuk salbatu ahal izango duzu esaten dizudana egiten baduzu".
Berriz ere txalupa-etxean sartzeko esan dio, eta sukaldeko arduradunari agindu, zartagin batean oliba-olioa, ezti pixka bat, gantza pixka bat jartzeko eta dena sutan urtzeko. Gero, edukia hotzean, hartu koilaratxo batekin ukendu hartatik zerbait eta jarri gaixoaren kopetan.
Hala egin zuen, eta harrigarriena izan zen nagusia bere onera itzuli zela. Denek zoriondu zuten, eta lokaletik lasai eta pozik irten zen. Baina, kalean, zer egin behar zuen esan zion pertsonaiari heldu zion berriro. Jarraian komentatu zion: "Ikusi duzu nola erreakzionatu duen nagusiak, eta hemendik aurrera zure gizona izango zara, era guztietako gaixotasunak sendatu eta ehun urtera arte biziko dena, baina egun guztietako ilunabarrean zure etxeko teilatura begiratuko duzu, laurogeita hamar urte betetzen dituzunean, eta han ikusten duzunean" ormabedarra "deitzen duzuen belarra jaio dela, zure hiltzeko ordua prestatzen hasiko zara eta". Honela jarraitu zuen: "Ni naiz Heriotza, erabat mozorrotuta nagoen arren, eta esango dizut zure oroitzapenak betiko iraungo zuela Lekeition, zure irudia iraunkorra izango baitzen".
Jakintsuek deitu zioten, negozio-gizonek, era guztietako gizon-emakumeek, sendatuak izan nahi zutenek, eta guztiak senda zitzakeen. Eta XVI. mendeko erregeetako bati ere, gertaera horien garaiari, deitzen diot.
Urteak aurrera joan ziren eta laurogeita hamar urte betetzera iritsi nintzen, eta kostata bazen ere, ganbarotera joaten zen belarra atera zen ala ez ikustera.
"Aittitta" (aitona) deitzen zioten herri osoan zehar, aldi berean zuen zahartasun eta sendotasunagatik.
Baina udako egun bateko ilunabarrean, ganbarara begiratzean, "Orma-bedarra" ospetsua nabarmendu zuen, eta emazteari zuzendu zitzaion: "Nire ordua iritsi da, eta agur esango diot, laster hilko bainaiz", eta, etxetik irtenda, "Ondarzabal" (Isuntza) deritzon hondartzara joan zen, eta zalantzati ibiliz gero, gehiago eta gehiago urruntzen ari zen, eta, erdialdera iristean, bere laguna ikusi zuen ". Sorbaldan ukitu zuen, eta arrantzale gaixoa harri bihurtuta geratu zen.
Eta hortxe duzue, adierazitako hondartzaren erdian, "Aitita-Makurra" (aitona makurtua) izenez ezagutzen dena, eta patroia sendatzea, hau da, haren oroitzapena hiribilduan hilezkorra izango zela agintzen diodana egia izan zen.
Timido Jauna
Por aquel tiempo apareció en Lekeitio un tipo enigmático. Se le veía muy pocas veces por las calles y siempre muy abrigado con una especie de capa, y su cabeza la llevaba tan cubierta que solamente se le veían los ojos boca y nariz.
Se comentaba que era un viejo raro y otros decían que era un muchacho joven.
Comenzó a expandirse el rumor que venía de un país muy lejano y sus costumbres eran muy extrañas, y por eso se cubría la cabeza. Nadie sabía su nombre, y se le empezó a llamar don Tímido, y jamas se le vio entrar en la iglesia, y los que le vigilaban indicaban que su unico quehacer era llegar a la punta de Anzoriz, donde pasaba la tarde siempre que reinara buen tiempo. Apenas hablaba con nadie, pero en una tienda donde compraba el comestible decían que no conocía el vasco, pero sí la lengua castellana.
Había por entonces en Lekeitio, dos peluqueros que, además de este oficio, se dedicaban a la pesca y a otras labores. Pero un buen día uno de ellos desapareció del pueblo.
Nadie conocía a donde podría haberse marchado y su esposa era preguntada por todos y contestaba entre lagrimas, según lo hacia todas las mañanas, que había salido de casa con idea de pasear con su bote y no había vuelto a casa a la hora de comer y el bote continuaba en el puerto, en el mismo lugar de costumbre.
Los comentarios en el pueblo eran tremendos, los días pasaban, y aproximadamente un mes después, desaparecía también el otro peluquero.
Cosa singular que nadie podía explicarse. Pero, ¿qué ha pasado a los dos barberos del pueblo? Y dos o tres días mas tarde, el barbero que había desaparecido en primer lugar era visto en las calles.
Fue abordado por todos para preguntarle donde había estado, y el barbero solo caminaba lentamente, con el rostro muy pálido y delgado. Se le veía muy taciturno, y a todos cuantos le dirigían la palabra nada contestaba y se limitaba a volver la espalda. No se reunía ni con sus más íntimos amigos y, según decía su mujer, ni en casa hablaba ni se acostaba en la cama y pasaba la noche sentado en una silla.
Asistía diariamente a la iglesia y se confesaba, pero el sacerdote nada decía a las preguntas que le hacían y únicamente indicaba que "yo nada puedo decir". Cerro su establecimiento de peluquería para evitar visitas y preguntas. Pero en una de aquellas tardes se le vio caminando hacia el lugar que más tarde fue elegido para construir el famoso "maria-errota". Llevaba una azadita y, al llegar al lugar indicado y cerca de un cañaveral, mirando a un lado y a otro y con gran cuidado hizo un gran hoyo. Volvió a mirar si alguien le vigilaba y, apoyándose en el suelo, dirigió su mirada al interior del agujero y pronuncio palabras que no se pudieron oír. Repitió la frase o frases dos o tres veces más y luego, con gran cuidado, cubrió el hoyo con la tierra que acababa de extraer. Se levanto y se sonrió con verdadera alegría y lentamente, se dirigió hacia la villa. ¿Que es lo que el barbero dijo para salir ya sonriente y feliz?.
No se sabía ni lo supo nadie hasta pasadas dos o tres semanas. Unos muchachos que acudían a la escuela, en vez de asistir aquella tarde, hicieron "pando" y se dirigieron a los terrenos donde había estado el barbero, para cortar varias cañas y hacer silbos.
Cortadas las cañas se dirigieron hacia el pueblo, pero cosa rara, los silbos, en vez de producir el característico silbido, pronunciaban palabras bien claras que decían: "don Tímido tiene orejas de burro", "don Tímido tiene orejas de burro", llegando hasta las calles de la villa entonando el enigmático canto.
En Lekeitio, seguían soplando sus silbos los muchachos y, en cuanto lo oyó el enigmático personaje, fue a buscar al barbero y le increpó en forma terrible, agarrándole fuertemente: ¿Cómo has declarado que mis orejas son de burro?, ¿no sabes que te dije que en el caso de que hicieres tal declaración te daría muerte?, el pobre barbero no sabía como salir de aquel atolladero.
Le confesó que no le era posible vivir con aquella prohibición y se le ocurrió ir hasta los cañaverales de "maria-errota" , hacer un agujero y a continuación pronunciar la verdad de como eran las orejas de aquel cliente que le había ordenado cortar el pelo.
Los chicos escolares, al hacer los silbos con las cañas cercanas al agujero del barbero, los hicieron según costumbre, pero en vez de salir el silbido, salía la frase que el barbero había sepultado.
Pero esa fue la suerte para aquel personaje, a los pocos días, sus orejas, que ya llevaba al descubierto, fueron perdiendo la forma y se convertían en orejas normales. Y aquel enigmático y extraño personaje se convertió en lo que en realidad era, un muchacho guapo y digno de todo aprecio y de muy grande fortuna, y dio al barbero primero un gran premio y al segundo, que también lo tenia encerrado, lo libertó y gratificó espléndidamente.
Aldaztorrean nengoenean
Una casa de Lekeitio, provista de escudo de armas, tenía por nombre Aldaztorre, y estaba muy cerca del pueblo, en la cima de una cuesta.
A poco de haber aprendido la hermosa leyenda Alostorrea (La torre de Alos), empecé yo en mi pueblo natal a buscar alguna otra leyenda de Aldaztorre (torre de la cuesta), pues titubeaba entre creer o no que las dos eran una misma cosa.
Algo me enseñaron dos mujeres. La mayor, que se llamaba Clara Innurri (Hormiga), solo esta cosita: "Aldastorrean nengoenean irra goruetan erroi zarra etorri datan grauetan". Canción que el lector puede encontrar en el "Cancionero popular vasco"
De la nuera de Clara, llamada Guillerma Akarregui, aprendí una hermosa leyenda, provista de musica. He aqui el texto.
La nuera.-- Estando yo hilando con mi rueca en Aldaztorre, me vino el negro cuervo graznando. "Cuervo viejo, ¿que noticias traes?. "Dicen que se ha perdido la barca." "Soy, pues, perdida. ¡Oh desdichada hija! Allí tenia yo veintiun primos y hermano, más necesario que ellos, mi padre. Mas olvidadizo (sic) que ellos, el dueño."
La suegra.- ¿Que dices, puerca desvergonzada? ¿Has mencionado el último al dueño? Si hubieras nombrado al dueño desde el principio, hubieras tenido parte en Aldaztorre.
La nuera.-- Es mía el arca que esta arriba llena de dinero hasta los bordes. Tenía yo medido con celemin el oro, a fanegas la plata. Mil ducados era mi tesoro secreto. ¡Que dote para una buena hija! Aldaztorre tiene de latón las puertas, de plata sus platos y jarras. ¿Ire o me quedaré, madre mía?
La suegra.-- Vete, vete, hija amada.
La nuera.-- El niño pequeñin se agita en mi vientre (literalmente: "me da coces"), ojalá el Señor del Cielo disponga sea varón.
La suegra.--Ya sea hijo, o ya hija, tendra su parte en Aldaztorre.